Reciclaje: el poder de las segundas oportunidades

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A sus 23 años, Brian Estiven Triana ha probado y ha vivido de todo. Hace mucho sus ojos perdieron el brillo de la juventud, ahora su mirada profunda deja ver un pasado donde las drogas, la calle y las malas compañías, le hicieron perder el rumbo y casi le cuestan la vida. 

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Él acepta que no era una persona de bien, el abuso de sustancias ilegales lo llevó al límite de robarle no sólo a desconocidos, sino hasta a su propia madre para alimentar un vicio que lo consumía por dentro. 

Paradójicamente su vida empezó a cambiar cuando casi muere en un andén, luego que le dispararan en una riña callejera. Ahí tocó fondo. “Yo era como un desechable, estaba herido y no tenía donde ir. En ese estado mi mamá me recibió otra vez; cuando me recuperé, ella me apoyó y me dijo que buscara trabajo, que no volviera a lo mismo”.  

Y así llegó al reciclaje, como una oportunidad para cambiar su vida. A pesar de tener movilidad reducida tras el accidente que comprometió su pierna, Brian aprendió el oficio y se ha convertido en uno de los mejores. Hoy con orgullo, puede decir que con trabajo duro ha podido salir adelante, a pesar de las adversidades. 

Para Nury Riveros la segunda oportunidad llegó cuando ya no tenía esperanza. Ella tiene 60 años, y se dedica a este oficio desde hace 50; y aunque el reciclaje le permitió sacar a su familia adelante, siempre se sintió rechazada por su trabajo. 

“Siempre me ha gustado reciclar, porque con eso pude darle de comer a mis tres hijos. Pero por mucho tiempo mi familia me ignoraba, a ellos no les gustaba que yo me dedicara a eso porque decían que era recoger la basura de otros. Durante muchos años sintieron pena porque yo recorría las calles con un costal al hombro”, dice Nury.

Tras varias décadas de sentirse menospreciada, la aceptación y apoyo de su familia llegó hace pocos años, cuando Nury ingresó a una de las cinco asociaciones de recicladores organizados con que cuenta la ciudad, las cuales reciben apoyo de la Administración Municipal.

“Ahora tengo uniforme y carné y pertenezco a esta gran comunidad de recicladores. Mi familia se siente orgullosa porque entendió que esta labor es importante y le aporta al planeta. Yo hago este trabajo con amor y voy a reciclar hasta que me muera”, agrega.  

Con el reconocimiento a su invaluable labor, inclusión a programas sociales, afiliación al sistema de salud y acompañamiento en defensa de su trabajo, la Alcaldía de Ibagué garantiza el respeto y la protección de los 956 recicladores de oficio que diariamente recorren las calles de la ciudad. 

Aunque las historias de Brian y Nury están marcadas por el dolor, juntos encontraron en el reciclaje una nueva oportunidad y un propósito de vida, ahora hacen parte de ese ejército de valientes que día a día recolectan y separan los desechos que otros han descartado, y que aún, durante la época más estricta del confinamiento, prestaron este servicio esencial para avanzar en la construcción de una Ibagué sostenible.